“Demasiado Cerca del Sol” triple lanzamiento artístico en Puerto Rico

Una guerra imaginada o real, lo cierto es que ése es el escenario de mi literatura”

Kevin Morawicki visitó los estudios de Radio Uno para brindar detalles sobre el triple lanzamiento que está preparando su Productora, y cuyo inicio es inminente: un disco conceptual con nueve canciones de su autoría, y producidas por Pablo “Pol” Páez, ingeniero de sonido de esta localidad, que actualmente reside en Rosario y Héctor “Bambino” Ibarra, desde Formosa; un libro de poesías inédito, y un espectáculo audiovisual y escritural ejecutado en vivo en La Casa de Colores, Garuhapé.

“Esas tres producciones artísticas -contó el productor misionero- están articuladas bajo un concepto estético y político que se resume en una vieja y conocida idea: la experiencia de estar “Demasiado Cerca del Sol”. Según su opinión, el autor considera que la falta de originalidad en el título es una fortaleza: “Asumir que no hay nada demasiado nuevo en el amar y en el sufrir del ser actual. Pero que, al mismo tiempo, son temáticas que tienen más vigencia que nunca, dada la velocidad creciente de la crueldad que motoriza al poder en cualquiera de sus manifestaciones. Y que, muchas veces, tiene a los ciudadanos como los principales reproductores de esa forma de ser”.

Mencionaste que las tres producciones tienen un eje articulador. Ese eje sería la idea de Demasiado Cerca del Sol, ¿no? ¿Podrías contar un poco más sobre eso?

-Sí, por supuesto: demasiado cerca del sol es el eje conceptual. Y alude a aquello que, como el fuego, es imprescindible para la vida y, al mismo tiempo, es uno de los máximos peligros para los seres humanos. Las pasiones, el desenfreno, la desmesura del amor y del odio. Digamos que lo que mata es el fuego, no la humedad. Ahora que estamos con incendios la metáfora se volvió literal. Pero es previa. Anterior a mí, incluso. Está presente -y con mucha claridad expositiva- en la mitología griega. 

¿La doble cara humana?

-Exacto. Una intensidad sin la cual no podemos vivir plenamente, al tiempo que puede llevarnos puestos. Una temática clásica y nada original, pero que te lleva como un tobogán a los años ochenta: el momento de esplendor de nuestros padres y el comienzo del acabose. Creo que con el estampido financiero de fines de los ochenta termina el sueño de una generación. Algunos de ellos sobrellevaron mejor que otros el pasaje a las transformaciones de los 90, otros de desvanecieron para siempre (especialmente quienes fueron despedidos de trabajos jerárquicos y que, por la edad y por la recesión económica, nunca más pudieron reconstruir su vida laboral). Nuestra infancia marcada por la intensidad hermosa de los excesos que pronto nos dejarían huérfanos: el final violento de los años ochenta como símbolo de nuestro ingreso a un mundo de adultos, aunque todavía fuéramos niños. 

¿Desde cuándo venís trabajando en este proyecto?

Desde hace diez años, aproximadamente. Porque las primeras canciones son de 2012. Del 2013 al 2015 mi vida sufrió un brusco cambio, más o menos traumático, que creo que me llevó a definir ese lenguaje: demasiado lejos y demasiado cerca del sol (juntos y a la vez). La mayoría de las demás canciones surgieron en 2016. Otras más tarde. Y entre medio estuvo el trabajo psicológico de creer o no en ellas. Seguir dándoles importancia para que esas canciones vivieran, o si era mejor dejarlas ahí, en el olvido. Darles vida fue casi un acto de fe. 

¿Y en el caso del poemario?

El libro reúne trabajos producidos entre 2017 y 2020, con pocas excepciones. Y el espectáculo audiovisual, junto a la “Jam Escritural”, comenzó también hace muchos años. Me llevó mucho tiempo encontrarle la vuelta. No es gran cosa, pero supone mucha entrega. Creo que lo que me vino llevando tiempo es terminar de asumir que hacerlo implicará un “salir a escena”. Me refiero a salir físicamente a actuar en vivo como si fuera una “performance”. Y eso merece mucha entrega, mucha convicción. 

¿Estás decidido?

-Lo vivo como algo que irremediablemente sucederá. A veces, en el medio de muchos otros oficios, me parece increíble. Como si le estuviera pasando a otra persona que soy yo. 

¿Qué cambió artísticamente en estos 10 años?

-En 2012 yo no sabía exactamente cómo se iba a dar el proyecto. De hecho no sabía que, a finales de 2015, volvería a mi provincia para vivir definitivamente acá. Creo que mucho o casi todo lo que hice en mi vida aparece en estas producciones. Volver a casa, aunque uno nunca se haya ido del todo, implicó el desembarco en arenas movedizas de todo tipo. La violencia como una llave que interrumpe el amor, la enfermedad y muerte de mis dos padres (el biológico y el existencial). En fin, nada nuevo: el desafío fue transmutar el dolor en amor. Creo que de allí surgió esto, que no es otra cosa que un homenaje a mis padres y, a través de ellos, a toda una generación: la generación que fue joven en los 70 y que después tuvieron hijos en los ochenta. O que lo fueron un poco antes o un poco después de esa década, porque el periodo alude más bien a una época. 

Recibiste ayuda para financiar el proceso productivo.

-No.

¿Pero la solicitaste? 

Sí. 

¿Y qué pasó?

No sé. No lo conseguí. Lo que pasa es no podía decir que lo que yo estaba haciendo era bueno y que por lo tanto merecía ser ayudado con dinero público o con fondos privados de alguna fundación. Decirlo hubiese sido de mal gusto. Me presenté en algunas convocatorias por parte de los estamentos estatales vinculados a la cultura, pero no pasó nada. Prefiero no hablar de eso.

¿Lo interpretas como un problema político?

Sí, por supuesto. Pero eso ya pasó. Igual creo que es importante haber llegado hasta acá de este modo. Hay momentos de la vida en los que, me parece, uno tiene que arreglárselas solo, sin echarle la culpa a nadie. Hacerse cargo de supuestos éxitos y fracasos. Pero eso ya no importa: pienso que lo interesante es lo que se viene. No digo esto porque me haya pasado a mí: pensaría lo mismo si el protagonista de todo esto fuera otra persona. Lejos de toda victimización.

¿Lejos del sol? 

Efectivamente. Lejos. Pero no demasiado. (Risas) 

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